- "Vete a la mierda, y encerra, diablo, la puta puerta! "Solía gritar desde aquel espacio subterráneo, para llamar al ascensor y enviar el queso el viejo Jim.
El queso se guardaba en una nevera grande, allá abajo. El viejo Jim nunca me permitió entrar a la nevera. Él lo hizo, todo el tiempo. Estaba almacenado en grandes paquetes de cincuenta libras. El queso lo cortabamos por medio de mangos de madera de hierro afilado, en rebanadas largas y estrictas para triturarlas en el rallador eléctrico antes de enviarlas arriba en grandes cestas de plástico.
Arriba estaba la cadena de producción.
En una batidora eléctrica grande, ponìan harina, levadura, sal y agua. Después de una hora y media, el amasado estaba listo. Luego se tuvo que presionar para obtener una hoja simple de la cual se hiciera un círculo de cinco pulgadas de diámetro. Con un carro que habían tomado y puesto en el horno durante unos diez, quince minutos. Con los mismos carros, después de la cocción, un tio egipcio los tomaba
en la cadena de montaje donde la pizza redonda estaba condimentada con jugo de tomate, queso y algunas especias (además de la pizza simple, hicimos champiñones y pimientos amarillos o rojos). Al final, ponìamos un polvo preservativo marrón (el único ingrediente que evitamos cuando, a la hora del almuerzo, hicimos nuestras propias pizzas). Finalmente fueron envueltos en celofán con la marca del vendedor, y buen apetito.
Se trabajaba desde las ocho a.m. hasta las 4 p.m ..
En ese momento yo tenía una barba espesa y no hablé con nadie, a parte las pocas palabras con Jim, necesarias para desenrollar el trabajo.
Cuando más tarde hice amistad con los colegas italianos, confesaron haber pensado que yo era una especie de hombre fugitivo, escondiéndome para escapar de alguien o algo así.
De hecho, solo estaba escapando de mí mismo, y era demasiado tímido e inseguro para hacer amistad fácilmente.
Después de un par de meses le pedí al jefe que subiera y él queriò complacerme.
- Continuará ...
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