venerdì 8 luglio 2022

La Polizia di Cagliari indaga-7

 

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«Che tipo è questo nipote?» chiese invece all’avvocato.

«Mah! In questo frangente non saprei davvero definirlo bene. È molto spaventato, oltre che dispiaciuto per il brutale assassino di una persona alla quale era sinceramente legato, che gli voleva bene e che perfino lo sovvenzionava generosamente, in cambio dell’aiuto disinteressato che lui le prestava con entusiasmo e con sincero affetto.»

L’avvocato fece una breve pausa, ma si intuiva chiaramente il suo desiderio di  continuare a parlare, quantunque non sapesse bene cosa dire.

«Posso dirti una cosa strettamente riservata!»

Il commissario si sentì prudere il naso. Questo succedeva quando nell’aria c’era una notizia su cui esercitare la massima dell’attenzione. O perché era in vista un inganno, oppure perché stava per venire a conoscenza di qualcosa di importante. Era il suo naso da sbirro a suggerirglielo e il suo naso difficilmente sbagliava.

«Certo, parla liberamente!» la incoraggiò il commissario, continuando a guidare.

«Io te la dico, ma devi promettermi che non la userai mai contro il mio assistito, qualunque cosa accada!» ribadì ancora l’avvocato Levi.

Anche lei aveva un alto senso del segreto professionale e forse, in fondo si era già pentita di avere fatto l’offerta. Ma ormai sembrava tardi per tornare indietro.

Il commissario restò interdetto, tra dubbi e curiosità! L’informazione riservata lo incuriosiva, e poi poteva essere utile per le sue indagini. Come privarsene? D’altro canto, però, non sarebbe mai venuto meno ai suoi doveri di sbirro, su questo non aveva dubbi. Credeva nel suo lavoro sino in fondo e non lo



avrebbe mai disatteso. Risolse pensando che quell’avvocato, quel diavolo in gonnella, non gli avrebbe


mai rivelato un segreto che potesse danneggiare il suo assistito, che oltretutto, a parere suo, nonostante le osservazioni capziose dell’ispettore Zuddas, era completamente innocente.  Decise di fidarsi e dopo essersi passato una mano sul naso che gli prudeva rispose di sì, che non avrebbe mai usato quella confidenza contro il suo assistito.

«Promessa di sbirro?» ribadì ancora l’avvocato, a metà tra il serio e il faceto, sapendo bene come il commissario fosse fiero e orgoglioso di essere un poliziotto con una parola ferma e fidata.

«Parola di sbirro!» le confermò porgendole l’indice della mano destra per sigillare la promessa.

L’avvocato strinse forte l’indice con il suo.

«Il mio assistito mi ha confidato che la zia lo aveva nominato erede universale con un testamento!» aggiunse subito.

Questa sì che è una notizia bomba, pensò il commissario.

«Meno male che gli avventori del bar di Tonio non lo sanno! Altrimenti scoppierebbe una mezza rivoluzione!» celiò invece, cercando di sminuire l’effetto che aveva prodotto su di lui quella notizia.

«Chi sono questi avventori e che cos’è questa storia della rivoluzione?» chiese l’avvocato divertita, ma con un tono lievemente preoccupato.

«Niente, niente!» disse il commissario ancora ridendo. «Non ti ho mai raccontato dei commenti che sento al bar dove faccio colazione al mattino?»

«Sì! Ma sicuramente non con riferimento a questo caso» disse l’avvocato, sempre in tono semiserio.

«Niente di cui tu ti debba preoccupare, cara Luisa, dico davvero!» la tranquillizzò il commissario. «Piuttosto, sai per caso se quel testamento è custodito in una cassaforte a muro, dietro un quadro della sacra famiglia, nel salottino della casa della defunta signora Pirastu?»

«Diavolo d’uno sbirro! Come hai fatto a indovinare?!» esclamò sorpresa l’avvocato, con un accento di ammirazione nella voce!

«Be’, non ci voleva poi molto!» si schermì il commissario, comunque lusingato dall’ammirazione della sua compagna di viaggio.

mercoledì 6 luglio 2022

Recuerdos de un Italiano en Londres-12

 



Capitulo Segundo

West End y East End

Trabajando afuera, aunque en realidad mis maquinas solo daban a la calle, yo podìa decirme un comerciante de la calle.

Los "comerciantes de la calle" eran un microcosmos en el West End. Estaban todos y en todos lados: conductores, pintores, músicos, ladrònes, predicadores, místicos, hombresándwiches, artistas, proxenetas, prostitutas, nobles decaídos, limpiadores, entrevistadores, traficantes falsos y reales, publicistas, rockeros. punkers, traficantes y vendedores de cualquier tipo y mucho más que eso.

Todos podían encontrarlos en ese microcosmo circular de callejones retorcidos, avenidas, calles secundarias y arterias principales, todos misteriosamente unidos como una red osmótica de vasos comunicantes donde los ríos, arroyos y mares caminan en una doble dirección, sin parar, un cuerpo vivo cuyo corazón palpitante es el West End. En el interior hay una serie aún más intrincada de calles y callejones que se conoce con el


nombre de Soho, donde los proxenetas y las prostitutas (en role profesional y autorizado) tienen su reino.


Las prostitutas solo pueden ser consideradas indirectamente como "trabajadoras de la calle". En la mentalidad inglesa, de hecho, una "puta en la calle" es totalmente inconcebible. En Inglaterra, todo lo que se puede hacer, incluso el sexo, se supone que no se conosca. Cualquier puede hacer cualquiera cosa, pero se supone que no debe decirlo. Esta actitud, hipócrita y paternalista, es sin duda un legado victoriano que incluso los movimientos de liberación de los años sesenta no habían podido barrer. Quien trabaja en la calle es el proxeneta. El que hace la unión hacia el paraíso de lo prohibido, bien protegido por los hilos de las tiendas sexy.


Estas tiendas, todas con ventanas opacas, en ese momento totalmente desconocidas y prohibidas en Italia, tenían licencia oficial para la venta y el alquiler de video cassettes y revistas pornographicas, pero de hecho, y todos lo sabían, eran sede de negocios infames, receta ideal para vigilantes picadores y pervertidos de todo tipo, represiones sado-masoquistas, proporcionados en la planta baja de prótesis adecuadas para el placer y el dolor (látigos, vibradores, muñecas inflables y todos los accesorios atractivos de parafernalia que se puedan imaginar) y apartamentos reservados, salas de proyección, celdas eróticas con mirilla y más en los pisos superiores.

sabato 2 luglio 2022

Recuerdos de un Italiano en Londres-11

 




Así acepté vender helados y bebidas en la calle, con a mi lado una máquina frigorífica para hacer helados y una máquina de dispensación de naranja y limonada; y el uso de un lindo delantal.

En la mañana, justo en ese día, cuando todos los collares blancos y secretarias en Londres ya estaban trabajando, como acordado previamente, llamé a la Oficina para averiguar cuál habría sido mi lugar de trabajo. La suerte me echó una mano: Jim, el tipo que lideraba un gran punto de venta, se había vuelto enfermo el día anterior y eso dejaba vacante el puesto que ocupaba en una de las plazas más importantes del West End.

Cuando llegué a la tienda en Leicester Square, me presenté a un gerente árabe oriental que se llamaba Ibrahim. Echó una mirada descuidada a mi placa y me mostró mi posición en la parte trasera de la tienda, donde se encontraba la máquina "Carpigiani", la leche para hacer el helado, los conos y algunas barritas de chocolate, "opcionales" de poner encima del cono.

Además, tenìa que posicionar, justo al lado de la máquina de helados, un dispensador con dos recipientes de vidrio para refrigerante, uno para el jugo de naranja y el otro para la limonada que hacìa yo mismo con agua corriente y jugo concentrado.

Tomada la posición en el frente de la tienda, orgulloso con mi delantal blanco, comencé mi nueva aventura de vendedor de helados en la empresa Brian Buckle.

 

venerdì 1 luglio 2022

Recuerdos de un Italiano en Londres-10

 

El West End está bordeado por un perímetro que serpentea através de las calles importantes de Charing Cross Rd, Shaftesbury Av., Oxford Street y Regent Street, formando un trapecio irregular cuyos cuatro vertices pasan  de Tottenham Court Rd a Oxford Circus; de ahí a Piccadilly Circus, para finalmente terminar en  Leicester Square, a un paso de Trafalgar Square, donde la estatua del Almirante Nelson, según las probables intenciones de las autoridades públicas que así alto lo habian  querído, le diò su atención de grandeza y de gloria a todos aquellos que hubieran pasados por allí, franceses, extranjeros y británicos de todo el Imperio.

En esos años, la grandeza y la gloria de Inglaterra, después el agotamiento casi total del’imperio británico parecía más remota y lejana de la estatua del gran líder de los mares; la nostalgia además es un sentimiento que más acuto se manifiesta cuando  el glorioso pasado, se convierte en una crisis inevitable.

Y que Gran Bretaña estuviese en crisis, a finales de los años setenta del siglo XX, inmediatamente se hizo evidente también a los “comerciantes de la calle” que, viviendo entre la gente, sentían el ánimo del ciudadano promedi una manera emocionalmente directa.

En la calle, se sentían malestar y nerviosismo, aunque el problema real tenìa todavía que venir, poco después, con el irresistible ascenso al poder de los conservadores encabezados por Margareth Tatcher (más tarde conocida como la “Dama de hierro”), que marcaría el final de un ciclo de vida administrativa de Londres, caracterizada por una política de aseguramiento tradicional de las libertades democráticas y de la condolencia para las clases sociales más débiles.

Por otra parte, la metrópoli inglesa había representado desde el levantamiento de la primera liberación de música y grupos de protesta (nacido en la onda del movimiento Hippies estadounidenses, también conocida como la “generación beat”) un punto de referencia cultural decisiva, ayudando a hacer de Londres la Capital del Movimiento Rock, donde los refugiados decepcionados por la ilusión de la fallida revolución de 1968, buscaban un refugio seguro para escapar de la reacción que se había sido en toda europa occidental.

Y fue justo allí, en Londres,que todavía podía verse el último resplandor de brillo, antes de su puesta de sol definitiva.

mercoledì 29 giugno 2022

Recuerdos de un Italiano en Londres-9

 

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Entro y pregunto al jefe. No era para su granja, me dijo, pero para otra empresa que utilizaba su entrada para venta de helados frescos y bebidas, hechas por las máquinas personales en el lugar.

Me dio un número de teléfono. Después de la entrevista y un entrenamiento de tres días, sólo para aprender a usar a las máquinas de hacer helados (una fabrica italiana llamada Carpigiani, me parece recordar) y limpiarla bien, empecé a trabajar en uno de los almecenes donde la empresa había colocado sus maquinas para hacerne sus puntos de venta.

Yo estaba feliz de estar finalmente fuera y el tiempo era agradable y suave.

La empresa se llamava  BBC, pero ella, aparte de las iniciales de su nombre, no tenía nada más que compartir con la televisión estatal británica.

De hecho, la compañía de Brian Buckle no afectava a personas con programas aburridores, ni contaba mentiras de svergonzadas sobre eventos políticos nacionales e internacionales, ni se ocupaban de la vida de la reina y la familia real en general.

La empresa para que yo trabajaba estava dedicada a la venta de helados y bebidas, basándose logísticamente  en una cadena de tiendas que vendeva recuerdos, dulces y tabaco, estratégicamente posicionada en varios puntos en la gran zona de Londres conocida como West End , incluìda la famosa área de Londres Metropolitana que también incluye el districto de Soho y numerosos parques pequeños y grandes.

martedì 28 giugno 2022

Recuerdos de un Italiano en Londres-8

 

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Otro amigo de Franco llegó un día, junto con su novia, desde  la maravillosa tierra de Liguria. Se llamaba Massimo y era un hombre de buen espíritu, un alma buscando, como era yo. Pues, mas o menos, porque de verdad, cada uno de nosotros, tiene su propria busqueda y todas son diferentes, sino que de pronto llegan desde una matriz comun (ma de Massimo y de otro, si a  los lectores les agrada,  hablarè mas atràs en la historia).

Cuando llegó la primavera decidí buscar otro trabajo.

Estuve agradecido a la fábrica de la pizza porque me dio la oportunidad de comenzar una nueva vida en Londres, pero ahora necesitaba cambiar trabajo.

Me necesitaba permanecer en el aire libre y empecé a caminar por las calles, sin rumbo, disfrutando de la gente de paseo, de las tiendas, los parques y toda la vida que normalmente va por la calle. Un día, a lo largo de Oxford Street, en uno de esos almacenes que venden dulcitos y recuerdos de Londres, vì un aviso como que estaban buscando personal.

domenica 26 giugno 2022

Recuerdos de un Italiano en Londres-7

 


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Había mucha gente yendo y viniendo en ese lugar, en cualquier momento. Aunque Franco y su novia podrían considerarse convencionales, incluso podian ser considerados una pareja burguesa, estaban muy abiertos de mente y siempre listos para agregar un plato a su mesa o abrir una cama en la habitación de invitados para cualquiera que pudiera entrar en su casa. .

Una vez Marco vino con una chica. Una linda, llamada Susanna o Simona, no puedo recordar ahora. Se suponía que era su novia, porque decían que iban a casarse. Sin embargo, después de cenar, ella queriò bailar para nosotros; una danza sensual, tan sensual que luego se quitó hasta la última de sus ropas, luciendo tan maravillosa como su madre la hizo. Lo disfruté mucho, pero sabía que ella era la novia de Marco y, de todos modos, al tiempo yo creìa que hacer sexo era una cuestión de amor y afecto, no solo una contingencia carnal. También había un amigo de Franco (llamado Rocco, o algún nombre similar) mirando ese tipo de baile de Salomé. No lo viò como yo y, por lo tanto, hizo algunos avances groseros con la novia de Marco, suponiendo que estaba buscando o provocando algo. Él malentendió totalmente ese comportamiento extraño. Él nunca volvió a aparecer en la casa, después de eso.


continua...

domenica 19 giugno 2022

Solo como una piedra-1



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Cuando regresè de mi viajes en America yo hablava un castellano muy pobre y essencial, nada especial; “un estilo tipico de un  camarero” me dijo una vez una tia que tenia cursos para gente que queria hablar con elegancia el primero idioma europeo y americano.

Me dì cuenta de que yo habia aprendido los fondamentos rudimentarios del lenguaje querido, con mi abuelita, una viuda que en su vida nunca habia estudiado el Italiano, con quien había pasado largas horas de invierno, hablando al calor de la chimenea de mi casa paterna cuando, en esos identicos dias de mi regreso a Italia, encontrando un Sardo yo le contestaba a sus preguntas en nuestro idioma isolano, con una mescla de sardo y castellano.

Por otro lado, también es cierto que mi tierra ha estado sujeta a influencias ibéricas (ambas catalanas y castellanas) durante más de cuatro siglos, mientras que la familia Saboya se asentó en Cagliari y el resto de la isla recién en 1720.

Entonces me decidì a escribir esta historia en castellano como homenaje a mi raices antiguas, a pesar de mi limitaciones y la probeza de mi lengua.

Así que discúlpenme los elegantes amantes del idioma español si decidí escribir mi historia como la viví: en las calles de Londres.

Como última palabra quiero decirles a los lectores que he dejado los títulos de los capítulos en inglés porque saqué esta versión de aquel original.

Prólogo

Mi primera vez en Londres fue en el 1977. Hace mucho tiempo. Aún recuerdo el día en que aterricé en el aeropuerto de Heathrow. Fue quando  murió Elvis Presley. Recuerdo desde mi autobús, en el interminable camino de una sola dirección que me conduciría a la estación Victoria (según el  boleto de mi autobús), la marcha de los seguidores en honor del cantante  de Memphis. Tenían en sus manos signos de su ídolo: "Elvis nunca morirá" o "Elvis para siempre", "Todavía vives en nuestros corazones" y cosas por el estilo.

No había sido realmente muy aficionado a Elvis; seguramente mucho más a  Jimmy Hendrix; Elvis era un mito demasiado controvertido a mis ojos; un gran cantante, por supuesto, no diría que no; pero a veces me sentía como si hubiera sido explotado por la industria exitosa estadounidense; ese tipo de negocio capaz de crear (y también destruir, si ellos lo quisieran) cualquier tipo de mito, cualquier tipo de estrella; '¿ya sabes? Esa clase de víctima del star system americano  como Marilyn Monroe o James Dean. Yo era bastante crítico del capitalismo en ese momento. Pero, de hecho, ya tenía demasiados problemas por mi cuenta para criticar cualquiera cosa.

Entonces Yo era un joven lleno de esperanza y pena. Iba a Londres a olvidar un amor no correspondido; o tal vez solo estaba buscando algo que aún no había encontrado.

Había abandonado los estudios de mi universidad, sin dinero, sin trabajo, sin amor. Solo como una piedra sola puede ser.

continùa...

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domenica 29 maggio 2022

La Cassandra di Rita Atzeri

 



Qualcuno ha scritto che il mito è il bisogno di raccontare e spiegare la realtà, indossando maschere senza tempo, capaci di simboleggiare le vicende stesse del nostro vivere.

La Cassandra di questo secondo appuntamento della rassegna Il Giardino dei Gelsi magistralmente interpretata da Rita Atzeri, accompagnata da Antonio Pinna alle percussioni, racconta molto della realtà di oggi.

Nella Casa Saddi, a Pirri, il personaggio mitologico portato in scena da Rita Atzeri è dichiaratamente più prossimo alla Cassandra di Christa Wolf piuttosto che a quello cristallizzato nel mito di Eschilo ed Euripide.

E se Christa Wolf era riuscita a trasporre le mura di Troia, fino a identificarle con il Muro di Berlino, allo spettatore di oggi non è difficile scorgere nelle parole del monologo scritto da Susanna Mannelli, la rete di menzogne entro la quale si sta consumando, alle porte della nostra Europa, una nuova e cruenta guerra, dove la novella Troia deve subire le turpi attenzioni di famelici aggressori che, dietro eterni pretesti di giustizie fasulle, cercano un appagamento alla loro sete di potere.

E chi è la nuova Elena, in questa rete di propaganda e di menzogne, se non la stessa Crimea, rivendicata dal nuovo Creonte di Mosca al suo decadente impero?

E la donna addormentata che si sveglia dentro una gabbia. in uno stato di profonda amnesia, forse simboleggia la nostra civiltà, incapace, anche a distanza di millenni, di liberarsi dei retaggi del potere e della guerra, della sopraffazione e del dominio sugli altri; che poi altro non sono che le nostre stesse paure ancestrali, che ci portano a voler dominare gli altri prima di esserne, a nostra volta, dominati.

La speranza che resta allo spettatore, quando cala il sipario, è l’ostinata e caparbia volontà di vivere di Cassandra, nell’attesa che si compia una sorta di nemesi capace di restituirle quanto le è stato tolto con la violenza. E pur cosciente che, almeno per il momento, non c’è nulla da fare contro un’epoca che ha, ancora una volta, bisogno di eroi.

Lo spettacolo, Cassandra Ventiventi, prodotto da Il Crogiuolo in collaborazione con la compagnia Botti du schoggiu, diretto dalla stessa autrice del testo Susanna Mannelli, viene replicato oggi, sempre alle ore 20,30, a Casa Saddi, in via Enrico Toti n.24. Dopo lo spettacolo su prenotazione degustazione progetto Stazione in Transito a cura di Carovana.

domenica 24 aprile 2022

Le indagini del commissario Santiago De Candia -1

 Capitolo primo

Come ogni mattina, anche quel lunedì, il commissario Santiago De Candia fece una breve sosta all’edicola di Largo Gennari, che da casa sua, in via Monteverdi, lo conduceva in Questura.

Checco gli allungò subito i due soliti quotidiani, piegati in due. La Stampa e L’Opinione.

Come tanti cagliaritani, Checco chiamava il quotidiano cittadino ‘l’Opignone’. Il commissario, nonostante fosse nato in Sardegna, non aveva ancora capito se si trattasse di un difetto di pronuncia oppure di un vezzo.

La seconda sosta, più lunga, era quella al Bar di Tonio, il Caffè Intilimani, come recitava l’insegna. Era stato coniato un unico vocabolo composto dal nome di un famoso gruppo musicale cileno degli anni ’70 da cui, verosimilmente, il fondatore del locale aveva preso ispirazione.

Il commissario De Candia salutò con un cenno il barista. Era sufficiente. Il barista sarebbe subito arrivato con la sua colazione. Ci teneva a servirlo personalmente.

Seduto al solito tavolino, in fondo al locale, mentre aspettava il suo cappuccino e il suo croissant alla crema, aveva aperto l’Opinione. A prescindere dal nome, il quotidiano regionale si faceva apprezzare soltanto per la cronaca. Per le altre notizie,  lui preferiva la Stampa di Torino, sulla quale si era orientato dopo tanti anni passati a formarsi su La Repubblica.

«Ha letto dell’assassino preso con il coltello in mano?» gli disse Tonio poggiando il vassoio. «I miei clienti non parlano d’altro oggi!» riprese con un tono di rassegnazione di chi  non si aspettasse alcuna risposta.

Il commissario De Candia non amava molto le chiacchiere. Dopo anni che frequentava il suo bar, Tonio aveva imparato a rispettare la  riservatezza di quell’uomo che comunicava l’essenziale con gli occhi e che evitava ogni parola superflua.

L’articolo di spalla rimandava la notizia alle pagine interne della cronaca dove ampio spazio era dedicato all’assassino con il coltello in mano, come il giornale aveva definito l’omicidio che il barista gli aveva segnalato.

C’era una foto della vittima. Una certa Emma Pirastu, di anni ottantaquattro. Una bella signora, osservò De Candia. Distinta, dal viso intelligente, forse un’insegnante in pensione oppure un’impiegata. 

Era stata uccisa, in un quartiere residenziale di Cagliari, dal nipote, un quasi trentenne, di cui si riportavano soltanto le iniziali.

L’assassino era stato colto in flagranza di reato con il coltello ancora in mano, grondante del sangue della zia, che giaceva esanime ai suoi piedi in cucina. I Carabinieri della Polizia Giudiziaria, coordinati dal procuratore capo Bartolomeo Gessa, intervenuti prontamente sul posto dietro segnalazione di una dirimpettaia, allarmata dalle urla disumane della povera vittima,  avevano  risolto a tempo di record il caso, assicurando l’assassino  alla giustizia, commentava la capo redattrice della cronaca nera, Maria Carla Coseno. 

Il commissario si sentì prudere il naso. Aveva sempre sentito dire che il prurito al naso poteva significare due cose alternativamente, soldi in arrivo oppure colpi. Ma il suo era un naso da sbirro e spesso gli prudeva quando leggeva qualcosa che non quadrasse. Oppure quando stava per imbattersi in qualcosa di importante e di risolutivo. Gli succedeva talmente spesso che ormai non ci faceva quasi più caso. In quell’occasione poteva perfino trattarsi di un po’ di zucchero a velo, finito dal croissant sul suo naso. Ci strofinò sopra un tovagliolo, mentre si detergeva le labbra da eventuali segni della colazione e si alzò in piedi.

Mentre pagava alla cassa colse distintamente alcuni commenti dei clienti di Tonio.

«Ma cosa aspettano a reintrodurre la pena di morte?»

Ancora senza vedere in viso chi parlasse, udì i commenti che seguirono.

 «Magari! Invece lo dovremo mantenere per chissà quanti anni in carcere, servito e riverito!»

«Non ti preoccupare! Con un bravo avvocato, nel giro di cinque, massimo sette anni, sarà già fuori pronto ad ammazzare qualcun altro!» disse una terza voce.

«Non esageriamo! L’hanno preso con il coltello in mano! Non so se realizzi?» replicò la prima voce.

«È come se l’avessero preso con la Colt fumante!» esclamò la seconda voce.

«Sapete cosa vi dico? Un bravo avvocato sarebbe perfino capace di farlo assolvere!» disse la terza voce che non sembrava volere retrocedere. Anzi, intendeva spingersi ancora più avanti nella sua tesi.

«Boom! Mo’ gli danno pure una medaglia a ‘st’assassino con il coltello in mano!» esplose una quarta voce che forse apparteneva a un romano, o a un forestiero.

Grato che nessuno gli avesse chiesto un parere, il commissario, dopo aver pagato, uscì e si accese una sigaretta.

Non c’era niente di più stressante che un processo sommario, fatto fuori dalle aule di un tribunale, pensò il commissario avviandosi verso la sede della Questura. Come certi programmi televisivi che andavano di moda, infarciti di sedicenti esperti e improvvisati criminologi, dove si ricostruivano i processi più eclatanti e recenti che, a prescindere dalla loro evidente e oggettiva complessità, non sembravano trattenere il pubblico da giudizi tanto sommari e superficiali, quanto azzardati e fuori luogo.  

Neanche il tempo di finire la sigaretta ed era arrivato in Questura. L’edificio che la ospitava si trovava proprio dietro il Palazzo di Giustizia, come se i tecnici del Piano Urbanistico avessero voluto farne un presidio di protezione e retroguardia.

Il commissario spense la sigaretta sotto la scarpa prima di imboccare la scalinata in travertino che portava all’interno della Questura. 

Il piantone lo accolse accennando un saluto militare.

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mercoledì 16 marzo 2022

Un'indagine al di là delle evidenti apparenze-21

 



Erano da poco passate le undici quando il commissario parcheggiò la sua auto di fronte a un edificio che un tempo aveva ospitato il centro vitale dell’antico borgo minerario, con l’Ufficio Postale, la Caserma dei Carabinieri, lo Spaccio Aziendale e, poco più avanti anche il cinematografo. E dove adesso resisteva ancora un bar, in cui poterono rinfrescarsi prima di iniziare la passeggiata a piedi che Luisa accettò di fare con entusiasmo.

Il commissario le fece da Cicerone, anche se in realtà a guidarlo non erano tanto le sue conoscenze dirette di quei luoghi, ma più che altro i racconti che  i suoi genitori, e sua madre in particolare,  gli avevano fatto in gioventù. Prendendola per mano affettuosamente il commissario la guidò nei diversi siti, ormai ammantati di un’aura monumentale. La sede della direzione, con gli uffici a piano terra, gli alloggi del direttore al primo e quelli dei dipendenti, tra cui suo nonno paterno, al secondo piano. L’ospedale con la chiesetta dedicata a Santa Barbara, protettrice dei minatori. La laveria, le officine per la manutenzione degli impianti, la vecchia linea ferroviaria, a scartamento ridotto, che trasportava piombo e zinco a San Gavino. E infine Telle, il villaggio dov’era nata sua madre,  ormai quasi inghiottito dalla vegetazione, che si stava riprendendo lentamente tutti gli spazi che gli uomini le avevano sottratto nei decenni precedenti.

«Sei stanca?» le chiese a un certo punto il commissario, timoroso di averla fatta camminare a lungo e per troppo tempo.

«No, per niente! Sei riuscito a farmi dimenticare, per una buona parte della mattinata i miei problemi quotidiani!» rispose con trasporto l’avvocato Levi.

«Meno male!» commentò il commissario sentendosi risollevato da quella risposta entusiasta e spontanea.«Adesso ti porto in un bel ristorante a recuperare un po’ di energie, perché poi, se non hai niente in contrario,  intendo arrivare sino a Buggerru!»

«Bene! Quest’arietta di montagna mi ha fatto venire un po’ di appetito!»

Ripresero l’auto e a un certo punto della strada provinciale imboccarono una strada secondaria che portava, secondo le indicazioni stradali,  alle grotte de ‘Su Mannau’. Lì, in mezzo ai boschi, c’era il ristorante a cui si riferiva il commissario.

«Speriamo che sia aperto!» esclamò l’avvocato Levi appena l’auto fu parcheggiata all’ombra di alcuni possenti alberi.

Tutt’attorno, a vista d’occhio, non si vedevano altro che lecci, olivastri e macchia mediterranea.

«Tranquilla! Ho prenotato sin da ieri sera» disse il commissario.

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Le puntate precedenti sono disponibili al seguente link: https://poetryandmore-albixforpoetry.blogspot.com/2022/03/unindagine-al-di-la-di-ogni-apparente_15.html

martedì 8 marzo 2022

Un'indagine al di là delle evidenti apparenze-13

 

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«No, questo mi mancava. Allora accetto! A patto che mi racconti bene questa storia delle radici!» disse con quel suo sorriso affascinante che a lui era piaciuto sin dalla prima volta che l’aveva conosciuta.

«Contaci. Dimmi il numero civico che passo a prenderti! Alle nove e mezza è troppo presto per una domenica?»

«No, va benissimo. Suona il campanello dell’abitazione che sta allo stesso numero civico dello studio» disse porgendogli un bigliettino.

«Grazie. A domani» confermò il commissario mettendolo in tasca.

«A domani, allora.»

«Ah! Volevo dirti che quando ci siamo incontrati venivo da un sopralluogo che ho fatto in via Giudicessa Adelasia» aggiunse subito il commissario prima di accommiatarsi.

«Non mi dire che la Procura ti ha fatto la delega per le indagini?» disse l’avvocato illuminandosi in viso.

«Sì, proprio così! Ancora una volta saremo su fronti contrapposti!» annuì l’uomo.

«Tu credi?» proruppe l’avvocato con grinta. «Guarda che invece potrei affiancare proprio la Procura in Corte d’Assise come parte civile! Il mio assistito è parte lesa in questa storia!»

Questa donna è un avvocato nel fondo dell’anima, pensò il commissario con ammirazione.

«Lo dici per non farmi chiudere nel segreto professionale!» disse invece un po’ per scherzo e un po’ perché lo sbirro che c’era in lui lo portava a sospettare anche quando si trovava davanti una persona che stimava. E ancor più se per questa persona provava qualcosa in più di una pur sincera stima.

«No, affatto!» disse lei ammorbidendo i toni. «E te lo dimostrerò domani stesso!»

«Va bene! A domani alle nove e mezza!»

Guardandola allontanarsi a Santiago venne in mente una frase che suo padre ripeteva spesso. «Ringraziamo il Padreterno per aver creato le donne. Guai se non ci fossero. Ma visto che c’era, perché non le ha fatte meno complicate?»

Il suo vecchio, veramente, al posto di complicate usava un’altra e più colorita espressione. Ma non gli andava di riferirla a quella donna che aveva casualmente ritrovato. E si rese conto che non aveva pensieri così piacevoli da tanto tempo.

E la notte, il sonno, giunse più lieto e più soave che mai.


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venerdì 4 marzo 2022

Un'indagine al di là delle evidenti apparenze-10

 


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Il sabato mattina, il commissario De Candia era solito recarsi al mercato di San Benedetto per acquistare pesce fresco. Era un’abitudine che aveva da quando era andato ad abitare in via Monteverdi con sua moglie. Vi si recava a piedi, percorrendo via Pergolesi e poi un tratto di via Cocco-Ortu, sino al più importante mercato cagliaritano di pesce, carne e generi alimentari al dettaglio.

Per non rinunciare alla sua consueta passeggiata decise che sarebbe arrivato sino a via Giudicessa Adelasia per il sopralluogo che si era ripromesso di fare nell’appartamento dove era avvenuto l’ultimo omicidio a lui assegnato dalla Procura. Da lì, risalendo su via Baccaredda, si sarebbe facilmente ricongiunto al mercato di San Benedetto, dove si vendeva il pesce più fresco e più vario del capoluogo regionale sardo.

Il sopralluogo gli aveva fatto balenare alcuni spunti, sicuramente utili per le indagini sull’omicidio della povera Emma Pirastu. Come d’abitudine aveva redatto un pro-memoria su un foglietto volante. Più che altro delle annotazioni con dei punti esclamativi oppure interrogativi, a seconda che fossero dei punti fermi, oppure rappresentassero dei dubbi, o magari entrambe le interpunzioni qualora non fosse ancora convinto della loro natura. Tutto materiale grezzo che avrebbe dovuto rielaborare nell’intimità del suo ufficio, dopo averci pensato e riflettuto per un po’ di tempo.  Camminava assorto e ripensava ai punti cruciali di quello strano omicidio, cercando di ricomporre mentalmente un mosaico ancora confuso, e stava quasi per andare a sbattere contro l’ultima persona che mai avrebbe immaginato di incontrare quella mattina. Anche perché quella voce conosciuta lo richiamò alla realtà in maniera formale e giocosa nello stesso tempo.

«Commissario De Candia? Come mai da queste parti?»

L’avvocato Luisa Levi lo guardava, nel suo elegante tailleur in tinta unita, quasi canzonandolo, forse per mascherare la stessa emozione che in quel momento l’aveva pervasa all’improvviso.

«Luisa! Sei proprio tu?» riuscì appena a dire il commissario.

«Certamente. Non mi riconosci? Sono cambiata così tanto, in così poco tempo? Cosa fai da queste parti?» disse quasi a raffica il brillante avvocato. I due si guardarono negli occhi per un lungo, interminabile istante. Il commissario non la ricordava così tanto alta da poterlo quasi guardare diritto all’altezza degli occhi. Forse indossava dei tacchi. O magari era lui che credeva di essere più alto del suo modesto metro e settanta.

Lo sbirro che era in lui lo aiutò a vincere l’emozione e a riacquistare il suo sangue freddo.

«Sono qui per motivi professionali» rispose senza sbilanciarsi.

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