El West End está
bordeado por un perímetro que serpentea através de las calles importantes de
Charing Cross Rd, Shaftesbury Av., Oxford Street y Regent Street, formando un
trapecio irregular cuyos cuatro vertices pasan de Tottenham Court Rd a Oxford Circus; de ahí
a Piccadilly Circus, para finalmente terminar en Leicester Square, a un paso de Trafalgar
Square, donde la estatua del Almirante Nelson, según las probables intenciones
de las autoridades públicas que así alto lo habian querído, le diò su atención de grandeza y de
gloria a todos aquellos que hubieran pasados por allí, franceses, extranjeros y
británicos de todo el Imperio.
En esos años, la
grandeza y la gloria de Inglaterra, después el agotamiento casi total
del’imperio británico parecía más remota y lejana de la estatua del gran líder
de los mares; la nostalgia además es un sentimiento que más acuto se manifiesta
cuando el glorioso pasado, se convierte en una crisis inevitable.
Y que Gran Bretaña estuviese
en crisis, a finales de los años setenta del siglo XX, inmediatamente se hizo
evidente también a los “comerciantes de la calle” que, viviendo entre la gente,
sentían el ánimo del ciudadano promedi una manera emocionalmente directa.
En la calle, se sentían
malestar y nerviosismo, aunque el problema real tenìa todavía que venir, poco
después, con el irresistible ascenso al poder de los conservadores encabezados
por Margareth Tatcher (más tarde conocida como la “Dama de hierro”), que
marcaría el final de un ciclo de vida administrativa de Londres, caracterizada
por una política de aseguramiento tradicional de las libertades democráticas y
de la condolencia para las clases sociales más débiles.
Por otra parte, la
metrópoli inglesa había representado desde el levantamiento de la primera liberación
de música y grupos de protesta (nacido en la onda del movimiento Hippies estadounidenses,
también conocida como la “generación beat”) un punto de referencia cultural
decisiva, ayudando a hacer de Londres la Capital del Movimiento Rock, donde los
refugiados decepcionados por la ilusión de la fallida revolución de 1968,
buscaban un refugio seguro para escapar de la reacción que se había sido en toda
europa occidental.
Y fue justo allí, en Londres,que todavía podía verse el último resplandor de brillo, antes de su puesta de sol definitiva.
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